

JUAN JOSÉ ARREOLA Y EL EXTRAÑAMIENTO DE LO COTIDIANO
Existe un personaje fisgón, que usa un fez rojizo, y se sienta en la banca del parque a observar las conversaciones de las parejas...
El Ágora era en la antigua Grecia un espacio de encuentro, debate y reflexión sobre los asuntos de la Polis, el arte y las grandes inquietudes sin resolver. Era también el sitio de artistas callejeros y mercaderes ansiosos por vender aceite, carne, aceitunas y orfebrería de los famosos talleres. El Ágora es, para la Diosa Blanca, un lugar de reflexión sobre la creación poética, un alimento para la voz. Es el resultado de charlas, talleres y discusiones del colectivo sobre diversos temas, técnicas, críticas, imágenes y reflexiones asociadas a la poesía. El ágora abre sus puertas a la discusión, al juego, a la lectura. Es una invitación a pensar y a pensarnos de otra manera, a especular, explorar, sentir, caminar los textos poéticos, visualizar sus otros rostros. Hacer lecturas diferentes y resignificar la experiencia de la creación y de los diferentes rumbos del arte. Pensar la poesía en relación con las potencias de la vida y el cosmos: la muerte, el deseo, la violencia, el amor, la patria, los recursos naturales y el devenir de la historia humana.