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Hipérbaton: un juego de cajitas


Recuerdo, en aquellos primeros días, observar al infante de mi sobrino jugar con unas pequeñas cajitas de colores, cada una en sus lados con una letra, un animal y algún objeto observable en su cotidianidad de mundos imaginarios. A través de una suerte de ingeniería incipiente el niño intentaba construir más que una casa o un rascacielos, una edificación de sentido, una imagen que para él tuviera un valor, donde se cruzaran aviones y lavadoras, ambulancias y cepillos de dientes, un oso y un reloj. El esfuerzo provocaba que, en algunos momentos, surgieran imágenes incoherentes pero en otras genialidades producto de la creación y la conexión primigenia del niño con la imagen y el orden imaginario. ¿Había necesariamente un cálculo preexistente del niño de la imagen que iba generar? Lo dudo, el niño simplemente desplazaba algunas cajas, ponía unas sobre otras, quitaba al azar. No había un orden, en su mente no existía el signo o la palabra, solo la imagen y el juego como juego, sin ornamentos discursivos, solo por el goce de generar nuevos sentidos.

El hipérbaton, una de las más antiguas técnicas de creación literaria, funciona igual que este inocente juego. Las cajitas devienen palabras y signos y, por un momento, pierden su valor semántico preestablecido por la razón para convertirse en piezas de un juego de génesis de nuevos sentidos. En un primer momento, se podría pensar el hipérbaton como una técnica simple de cambiar el orden de las palabras, pero el hipérbaton es más que eso, es llevar el lenguaje a su límite, extraer todas las posibilidades de diseño e ingeniería de sentido a través del juego y el delirio. Encontrar la música pérdida, escuchar atentamente lo que nos dicen las palabras cuando han perdido aquel significado que le hemos impuesto por nuestra imposición cultural.

Una primera función del hipérbaton y, quizás, una de las más significativas, es mejorar el ritmo de un poema o un escrito en prosa. El ritmo es vital para la fluidez del texto, su musicalidad y su fácil apropiación y lectura. El hipérbaton quita las piedras del camino del verso y las reemplaza por quebradas por las que fluyen algunas guitarras. Pero la segunda función es ciertamente más interesante, la posibilidad de cambiar la función gramatical del signo, es decir, de travestir a un sustantivo de adjetivo o vestir con un velo gris a un verbo para volverlo un rostro indescifrable es ciertamente, y es la palabra precisa para definirlo, muy divertido. Lo que se genera a partir de allí es una fábrica, una fábrica de imágenes, imágenes de todas las formas, clases y colores. Imágenes que tal vez están en nuestro inconsciente y que se revelan a través del inocente juego de las cajas.

No hay límite: el hipérbaton puede trastornar el orden, cambiar el género, la cantidad, quitar artículos ineficientes, cambiar la función gramatical de signos semánticamente fuertes. Es un juego con reglas, con principios, pero un revolucionario ciertamente muy eficiente. El hipérbaton entra al interior del enunciado y desordena todo, siembra el caos, persigue a las palabras más bellas como un pervertido silencioso y enardece los ánimos al vaivén de las banderas de la revolución. Juguetón, inquieto, explorador, atrevido, seductor, el hipérbaton irrumpe en un verso o una oración y la transforma para siempre. ¿Es malo o bueno el cambio? Depende del escrito. El juicio solo lo tiene quien dirige la orquesta: el poeta o el escritor. Puede ser ciertamente riesgoso, pues el hipérbaton es un agente del caos (que irónicamente su revolución puede llevar a un nuevo orden del verso o la oración en un proceso infinito de conformación de nuevos sentidos) y su mala utilización puede llevar a senderos erróneos del ritmo. La relectura en voz alta es importante siempre para entender, para jugar, para visualizar el hipérbaton nadando por las corrientes de las palabras. Y el hipérbaton sabra recompensarnos, del fondo del agua, allá bajo la arena, extraerá con sus manos de niño una piedra reluciente, una imagen dorada para ser resguardada en un poema aún por escribir.

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