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Diálogos con pájaros errabundos


Entrevista al Poeta Pedro Arturo Estrada Daniel Acevedo: Bueno pedro muchas gracias por aceptar la invitación y sacar este ratico para conversar, aquí, alrededor de la cerveza y este ruido inquieto de la urbe. Te cuento que he decidido entrevistar a varias voces de la poesía y la literatura local y empezar un ciclo llamado diálogos con pájaros errabundos. La primera pregunta, y ciertamente es una buena forma de iniciar, es ¿quién es Pedro Arturo Estrada? ¿Te consideras un poeta? ¿Un escritor? ¿O simplemente un observador inquieto del entorno?

Pedro Arturo Estrada: Soy fundamentalmente un lector de poesía, como tantos otros, antes que “poeta”, si es que aún tiene sentido asumir hoy ese rótulo. Y tampoco soy escritor, puesto que eso implica haber realizado una “obra”, no sólo poética sino también, narrativa, ensayística, dramática, etc. Los pocos poemas que al día de hoy tengo publicados en algunos libros no justifican todavía para mí considerarme un poeta o un escritor propiamente dichos. Aún espero, incluso, reescribir todo lo que he hecho y dejar en limpio lo que sería al final una muestra última de mi trabajo, sin pretensiones, sin esperar otra cosa que alcanzar a decir lo mejor posible eso que intenté decir antes de manera precipitada, incluso ingenua. Como lector de poesía, desde luego que también he sido un lector del mundo, de mi propio entorno, inquieto como dices, pero quizá no muy activo a la hora de dar cuenta en el papel, en el lenguaje, de esa experiencia.

Daniel Acevedo: En esta época tan llena de tantas cosas: de avances en la distribución de la información, los cambios en mentalidades y apreciaciones estéticas, el crecimiento de ciudades y poblaciones, en que, tristemente, hay menos lectores de poesía. ¿Cuál debe ser para vos la función o el papel del poeta?

Pedro Arturo Estrada: Para mí queda cada vez más al margen la “función” específica del poeta como individuo en un mundo como apuntas, cambiante, complejo, vertiginoso. En tal sentido sólo en la medida en que el poeta abandone su solipsismo y se vincule a otros contextos, a una comunidad más amplia, más abierta e igualmente dinámica, puede ser todavía pertinente su palabra, su existencia. Por eso importa mucho más ahora la poesía que el autor, y se hace cada vez más notorio que abandonamos la idea de poesía como expresión de un yo lírico individual, egocéntrico, hacia la expansión de un pensar y un sentir comunes a toda una sociedad, una comunidad en términos históricos, filosóficos, políticos, sensibles y estéticos, lo cual, creo que afianza y garantiza la permanencia de lo poético como experiencia humana, cultural, espiritual tal y como desde la antigüedad más remota a este tiempo ha sido siempre, desde las grandes epopeyas como el Gilgamesh, el Génesis, los Vedas, Homero, Safo, La Divina Comedia, Rimbaud, Balzac, Tolstoi, Las Elegías de Rilke, Kafka, hasta El Ulyses de Joyce, Proust, los Cantos de Pound, Paradiso de Lezama, los cuentos de Onetti, Borges, sin distingos de género o forma, todo como poiesis, incluso en la pintura, en la música, en el cine, el arte en general y aun en la ciencia, en la investigación científica de nuestro tiempo.

Daniel Acevedo: ¿Es la comunidad entonces, y no el autor, entonces la que produce o captura la poesía? Recordando un poco aquella teoría de Jung de que la producción artística y poética correspondía con unos arquetipos y unos imaginarios colectivos. O aquel famoso fragmento de Whitman, “Me contradigo, sí, me contradigo. Contengo multitudes” , que reafirma la existencia de esas otras voces que nos habitan.

Pedro Arturo Estrada: Así es, Daniel. Vivimos un tiempo otro, y nunca como ahora habíamos estado en una situación histórica tan crítica como la presente, donde incluso la supervivencia como especie está en entredicho ante la posibilidad cada vez más inminente tanto del desastre ecológico masivo, como de la hecatombe nuclear. Pero a la vez, en el mismo grado, como decía Rilke, nunca habíamos tenido una mayor posibilidad de trascendencia, de transformación e instauración de lo humano si logramos sobreponernos a la barbarie, la estupidización y la opresión que los grandes poderes siguen ejerciendo sobre nosotros. La poesía, en este caso, es una vía de liberación, de insumisión, de conciencia colectiva que no sólo se opone a todo eso, sino que salvaguarda los auténticos valores de la civilización, como la belleza, la solidaridad, el amor y el respeto a los otros, a lo otro, a la naturaleza misma.

Daniel Acevedo: Quiero preguntarle entonces, reconociendo que es un gran lector de poesía, que ha abordado desde la obra de los griegos, como Safo o Anacreonte, hasta las vanguardias y los movimientos poéticos más contemporáneos de Latinoamérica, teniendo un gran conocimiento de la experimentación en la forma y el contenido. ¿Piensas que se puede innovar hoy en poesía en algún sentido o, como piensan algunos, ya todo está escrito?

Pedro Arturo Estrada: Como lector de poesía, vuelvo a decirte, creo que no termino nunca de asombrarme, de mantener abiertas en lo posible, como decía Blake, “las puertas de la percepción”, y sobre todo de maravillarme ante las posibilidades que el lenguaje poético sigue explorando, abriendo, renovando sin detenerse. Me gusta mucho leer a los jóvenes, a los poetas de nuestro tiempo aparentemente caótico y superficial, aunque lo que escribo no participa de ninguno de los experimentalismos al uso, ni adopta ninguna postura o impostura de moda. Creo que ya no se trata tanto de ser “originales” en el sentido historicista o de innovar por innovar -de inventar el agua tibia, como decía mi abuelo-, sino de abrir nuevos puntos de vista sobre lo ya dicho, de reescribir incluso lo que otros han escrito, como una manera de mantener el diálogo con la tradición, un diálogo creativo siempre, incorporando a la experiencia propia del presente la memoria del pasado, manteniendo vivo lo esencial del legado que representa el mismo lenguaje con el seguimos amando, soñando, trabajando, descubriendo y construyendo nuevos mundos, nuevas realidades.

Daniel Acevedo: ¿Podría pensarse entonces el escribir poesía hoy como un acto de reescritura? Me acuerdo, especialmente, de aquel poema de Cesar Pavese “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” que aparece reescrito en tu obra con una connotación diferente, inserta en un contexto más local y más desolador.

Pedro Arturo Estrada: Sí, vuelvo a la idea de que no es posible escribir sin leer, y que escribir es seguir leyendo, expandiendo el texto que en nosotros comienza a vivir cuando de verdad leemos. Un texto inagotable, rizomático, infinito como lo concebía Mallarmé, pero también un texto que no se queda en el papel, que se hace hipertexto en la vida, en el mundo, donde todo es conexión, sincronía, urdimbre de sentidos, de iluminaciones, de encuentros, de epifanías irrepetibles, únicas. Así que para mí, toda la literatura contemporánea, toda la poesía, es en cierta forma un gran palimpsesto. E incluso, mi propio ejercicio de escritura, como te has dado cuenta, participa de ello. No creo que haya ningún poeta o escritor de nuestra época totalmente inmune a la intertextualidad, completamente virgen de influencias. No es posible como lo demostró Eliot y lo reafirmó Harold Bloom en su ensayo “La angustia de las influencias”.

Daniel Acevedo: Es cierto Bloom logra articular esa angustia, ese árbol incomodo que se remite, ad infinitum, hasta los inicios del lenguaje. Pasando a otra cosa, cuando uno lee la obra de Pedro Arturo Estrada detecta algunos grandes temas que se mueven, inquietos, en los versos y en las imágenes. Allí aparecen la desesperanza, la ausencia, el desamor, la muerte, el absurdo existencial. No intento reducir la obra, porque bien sé que la obra de Pedro Arturo Estrada es amplia y prolija, pero quisiera saber, ¿por qué estos temas? ¿Por qué están tan presentes en su escritura?

Pedro Arturo Estrada: En realidad mi búsqueda no ha sido tan prolija, ni amplia, si se mira en detalle. Y me he expresado, como bien lo anotas, alrededor de algunos “motivos” casi siempre recurrentes. Desde mi primer libro Poemas en blanco y negro (Editorial Universidad de Antioquia, 1994), Fatum (Colección Autores Antioqueños, 2000), hasta Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, 2006), Locus Solus (Sílaba editores, 2013) y Monodia (N.Y., 2015), creo que el tono ha sido muy parejo, muy sostenido, sin grandes saltos, ni quiebres, ni torsiones retóricas. Hay en esos libros, sí, una preocupación constante por el sentido ya no de la vida sino de mi propia existencia en un entorno precario, de violencia, en un país difícil, en conflicto permanente, y por supuesto, todo ello precedido por la sensación constante de vacío, de absurdidad, de “nadencia”, de impermanencia y falta de convicción, de afirmación íntima ante el mundo que me correspondió vivir. No hay en esos libros, digamos, un canto a la alegría de vivir, como se esperaría hoy por hoy incluso que sea la poesía, pero tampoco hay un lamento explícito, o queja fácil sobre nada, creo. Es “mi manera de estar solo”, como decía Pessoa, lo que está reflejado en esos poemas, que si pudiera, reescribiría totalmente ahora.

Daniel Acevedo: He leído algunos de sus libros como Fatum y Locus Solus y he visto un proceso, una evolución, a como escribía antes. Fatum corresponde más a una época de la juventud, donde hay algunos juegos poéticos y una conexión emocional más fuerte. En Locus Solus detecto, en cierto modo, una madurez en la escritura, un trasfondo más profundo. El hecho, por ejemplo, de arriesgarse a escribir en prosa poética y una mayor conciencia acerca de los abismos que nos habitan. ¿Ha sido un cambio gradual o corresponde simplemente a diferentes etapas de su vida?

Pedro Arturo Estrada: Te agradezco esa lectura, y me gusta que hables de madurez, de una “mayor conciencia” en esos libros últimos. Tal vez lo que pasa es que uno se va resignando a su propia voz, a su propia palabra y deja de enredarse tanto, buscando encontrar al fin el meollo de las cosas, yendo al punto, con lo cual, termina uno haciéndose tal vez más previsible, más tranquilo. Pero eso no es bueno para ningún poeta, claro. Ese es el peligro. Pensar que ya se encontró la voz, que ya se “sabe” escribir un poema. Ja.

Daniel Acevedo: Otro elemento presente y relevante en su obra son la gran cantidad de juegos intertextuales y de reescritura poética. Aparecen muchos poetas, escritores e, incluso, filósofos. Hace poco me sonreía leyendo el poema Mientras Cioran enmudece, donde la figura de este filósofo se ve confrontada ante la ausencia del lenguaje. ¿Qué papel tienen estos juegos intertextuales en su poesía?

Pedro Arturo Estrada: Como te decía, no ha habido en mi trabajo un propósito formal previo. Las intertextualidades de las que hablas, son simplemente ecos de todas esas lecturas hechas, apropiadas a lo largo de los años, sin que existiera ninguna doble intención en eso. Pero me alegra que eso pase, que al final se encuentre algo de lo leído entreverado a lo que he querido decir. He querido mucho a Cioran, por ejemplo, porque en él está la visión al desnudo de lo humano, del mundo, sin justificaciones externas, pero también la visión honesta de la vida sin ilusiones vanas, sin esperanzas vacuas.

Daniel Acevedo: Sin duda un gran autor. Mencióneme cuatros escritores, poetas o autores que lo hayan marcado profundamente. Después de todo lecturas que le gusten a uno hay muchas, pero que dejen una huella indeleble, que afecten considerablemente el cuerpo y el espíritu pocas. ¿Cuáles son esos autores que han logrado impactarlo o sacudirlo?

Pedro Arturo Estrada: De niño el primer autor que leí, hacia los ocho años, fue a Milton y su Paraíso perdido, con las ilustraciones maravillosas de Gustav Doré. Esa fue la puerta de entrada a la poesía en mi vida, diría hoy. Pero luego, encontré a Rimbaud, hacia los veinte años, precisamente, y con él entendí lo que era en verdad un poeta, un visionario. Pero igualmente encontré en aquellos años a Camus y su Mito de Sísifo, un libro definitivo y definitorio. Después en los años que siguieron a Cioran y a Thomas Bernhard. Y podría decir, que todos ellos fueron y siguen siendo hasta hoy mis faros, mis torres universales. Pero entre uno y otro, están igualmente muchos más, afortunadamente, incomparables, únicos y últimos en sí mismos, desde los clásicos y preclásicos, hasta los vanguardistas de todos los pelambres de ayer y de hoy. Todos conforman en mí un gran libro, ese inmensurable texto que te repito, sigue abriéndose a otros, en el arte, en el pensar y en la vida toda, con sus pequeñas y grandes realidades.

Daniel Acevedo: Un libro que ciertamente tiene aún algunas páginas por escribir, o eso me gusta pensar. Es lindo pensar que, además aún quedan algunos libros alados, pequeños pájaros que apenas se atreven a lanzarse a intentar su primer torpe vuelo. Me refiero a que ahora, ciertamente, hay un movimiento poético fuerte joven tanto en Medellín, como en el resto de Latinoamérica. Hay colectivos, movimientos, revistas impresas y digitales, eventos que intentan romper con la cotidianidad de la urbe, ejercer resistencia o resignificar su experiencia a través de la musicalidad de las palabras. ¿Qué piensa de la poesía “joven” o de esas nuevas voces? ¿De su calidad? ¿Tiene futuro?

Pedro Arturo Estrada: La poesía siempre es joven, no es cuestión de edades, como todos sabemos. Es tan joven Homero como Shakespeare, Dante como Frank Báez, o tan viejo Borges como José Manuel Arango en lo sustancial, en lo esencial. Lo que cambian son los procedimientos, los tonos, las maneras de decir. Y en ese sentido no hay límites. Todo está recomenzando siempre. Los jóvenes siempre tendrán futuro, incluso en el último día de sus vidas, o del mundo.

Daniel Acevedo: Para terminar quisiera proponer la pregunta clásica, pero de otra manera, y tal vez un poco más compleja, quisiera que me dijera tres palabras que para usted definan lo que es poesía. Solo tres palabras que se conecten, que nos permitan dilucidad un poco, ese misterio sagrado intrínseco al acto poético.

Pedro Arturo Estrada: Para mí, la poesía, o mejor la experiencia poética, se articula alrededor de lo que llamaríamos ahora simplemente conciencia sensible del mundo en el lenguaje. Conciencia del ser hecha lenguaje, donde el lenguaje se hace conciencia, donde la conciencia es conciencia sensible del mundo, del ser mismo.


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